Juzgamos sin pestañear, sin distinción y sin piedad. Juzgamos sin condición, sin prudencia y sin conocimiento de causa. Juzgamos para definirnos, para justificarnos, para subrayarnos. Juzgamos por contraposición, por inducción e incluso por experimentación... Juzgamos casi por hábito. Juzgamos como si juzgar fuera ya una necesidad. Y en frecuentes ocasiones juzgamos sin defensa ni fiscal. Juzgamos, prejuzgamos y enjuiciamos; y orgullosos emitimos veredictos.
Y cuando sentenciamos, nos convertimos en verdugos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario