jueves, 16 de septiembre de 2010

El caracol

Hay un curioso arquetipo de hombres (y mujeres) que son como los caracoles. Van despacio, a su ritmo, siempre con la casa a cuestas. Pareciera que llevaran el mundo a sus espaldas (y lo llevan; su propio universo de ilusiones, de deberes, de temores, de esperanzas, y sus dolores. Lo llaman hogar porque no ha conocido otro). Avanzan, pero nadie lo nota. Pasan casi inadvertidos; el tiempo parece correr a su lado, sin competir. Y aún así, un día te giras, y ya no están. Te has descuidado.

Hace tiempo que sigo la pista del caracol.

La concha de un caracol guarda ¡tantos secretos!. Párate a mirar. Un imaginario, como el Dr. Parnassus... pero con mala baba. (¿Con mala baba?) Sí, con muy mala. Y es que todo caracol deja expuesta alguna vez su mala baba al sol. Es inevitable; está en su naturaleza dejar tras de si, el salivazo, una babaza, un espumarajo (hay quien, erudito él, lo llamará humor) y sin embargo pocos lo notan, porque pocos se fijan. Solo pisan y se manchan. A veces, matan (no es el caso).

Hace tiempo que le sigo la pista al caracol.

Parecen ciegos pero no lo son,no... pueden ver el sol (importa algo más?) Me gusta el sol (también me gusta la luna...) Quiza este invierno hiberne. Quizá siga caminando con lentitud. Quiza me chafen, quizá me mates. Quiza te gires y no esté.

Hace tiempo que descubrí que yo era el caracol.

1 comentario:

No Me Despertéis dijo...

Al igual que el caracol, dejas huella por donde escribes.