
Está anocheciendo. Es la mejor hora del día, lástima... en la ciudad del asfalto, entre edificio y edificio es difícil poder ver como el sol desaparece bajo la tierra; cómo se hunde más allá del límite de lo que llamamos horizonte dejando la alargada estela anaranjada sobre él (
pareciera que exprimiera 1000 naranjas para dar de beber al cielo)... no lo veo, lo recuerdo y hasta que pueda recuperarlo, la ilusión yacerá en mi retina. Luego, sigue la noche, aparece la sombra y poco a poco las estrellas una a una, o todas a la vez, a su capricho, a voluntad de las nubes que hacen las veces de telón y apuntador al firmamento; y la luna finalmente, en los días en que como hoy, quiere dejarse ver. Así el teatro de lo que llamamos día a día.
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