
Que tengo las rodillas descarnadas de rozar el suelo y suplicar; y las manos las tengo ensangrentadas de agarrar la voluntad... de seguir, de vivir.
Y no me quedan uñas para arañar, ni me quedan dientes para morder. No me queda voz para gritar. Y las lágrimas se secan
y yo quiero llorar.
A pecho descubierto, a brazo partido, a ojos ciegos, con el corazón en la mano... a pedazos.